puro blanquecino

Vuelven las herencias postcoloniales, y con ellas la nueva versión del racismo: los blanqueadores de piel que prometen aclarar uno o dos tonos nuestro color, y que ya tienen a millones de personas en muchos puntos del planeta detras de ellos, porque lo que importa es ser blanco a costa de lo que sea.

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La industria, obviamente, frotándose las manos como tiranos que son. Y por supuesto, son las más grandes las que potencian esta corriente con toda clase de estándares de belleza y modernidad occidental. Bollywood, la meca del cine indio, está que hecha humo, y sus estrellas cada vez más blancas. Tampoco hay que olvidar que hasta Beyonce, ese mito que recorre los escenarios, fue hace poco blanqueada por la marca L’Oréal para su última campaña. Y es que esta chica es otra que cada vez es menos negra, ¿por qué será?.

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Lo más curioso es que nuevamente son las principales firmas, The Body Shop, Avon, Clinique, Nivea, L’Oréal o Revlon las que están machacando el mercado con estos productos que han convertido en el reclamo principal de la población extrangera en occidente y en los países emergentes, vendiendo como motor de su publicidad la integración social, la belleza, y el ajuste a los cánones de los blancos, digo, de occidente. Eso sí, ni caso a las consecuencias que está teniendo, entre ellas el resurgimiento del racismo blanco y la cada vez más marcada posición social en función del color de la piel. Patético.

Y por si esto fuera poco, las pequeñas empresas y sobre todo las mafias de la falsificación no quieren quedarse atrás, y han inundado el mercado con productos falsos que venden la misma promesa a mitad de precio, y sin garantizar la no existencia de efectos secundarios. Son los sectores menos preparados y con más necesidad los que buscan en un milagro la posibilidad de por fin llevar una vida digna. Blanco fácil, nunca mejor dicho.

PAU ROCA

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